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miércoles, 29 de junio de 2022

"Cuba" Cuba levantate, se nos mueren nuestros hijos!". Madre indignada, brote de dengue sin medicos...


Para mayor información sobre la UNPACU (Unión Patriótica de Cuba) y sus actividades en favor de los derechos y libertades del pueblo cubano, llamar a: EN CUBA: JOSE DANIEL FERRER, COORDINADOR GENERAL Llamar al +53) 58807751 (+1) 512-871-9348 Solo para WhatApp Zaqueo Baez Guerrero (+53) 53060296 EEUU: Ana Belkis Ferrer Garcia (+1) 512-771-9592 Luis Enrique Ferrer Garcia (+1) 786 451 8998 Carlos Amel Oliva Torres (+1) 786 908 2606

martes, 16 de febrero de 2021

"Cuba" ARRETAGUÁ

 

Puede ser una imagen en blanco y negro de niños y de pie

Ines Casal ARRETAGUÁ Yo tenía apenas 11 años el 1 de enero de 1959. Para tener una idea de la ingenuidad y la alegría con las cuales mis amiguitas y yo disfrutábamos de esos primeros años de algarabía y esperanzas, baste decir que en fecha tan temprana como mediados de 1960, luego que se fundaran las Milicias Revolucionarias, cinco niñas, entre las que estábamos mi hermana más pequeña y yo, creamos un "pelotón de soldados", que fue bautizado por el padre de una de ellas con el nombre de "Arretaguá", por las veces que repetíamos esa palabra, mientras aprendíamos a marchar todas las tardes en nuestra cuadra, al regreso del colegio. Hoy puede parecer un sinsentido, entonces era para nosotras una aventura deliciosa. El cielo se abrió para muchos y la convicción de que íbamos a construir una Patria "con todos y para el bien de todos" fue ganando terreno en el corazón de los cubanos buenos. Como dice Lichi en su memorable libro Informe contra mí mismo: "La mayoría creyó en lo que hizo. De corazón. A conciencia... Los persuadieron o nos convencimos: en este caso, el sujeto omitido resulta insignificante." Durante demasiado tiempo, mientras entregábamos todas nuestras energías, todo nuestro sacrificio, todo nuestro amor a la construcción de un futuro mejor para nuestros hijos, mientras plantábamos árboles, sembrábamos hortalizas, recogíamos cebollas, desyerbábamos campos de papas, paleábamos arena, pintábamos techos, menstruábamos en campamentos, cortábamos caña, hacíamos guardias cederistas y obrero-estudiantiles... nos cansamos de escuchar las mismas respuestas a nuestras inquietudes: "tienes razón, pero no es el momento oportuno", "tienes razón, pero este no es el canal establecido", "tienes razón, pero no podemos hacerle el juego al enemigo", "cumplamos la tarea y luego la discutimos". Hasta que un día comprendimos que en boca cerrada no entran moscas, y el miedo nos secó la lengua y el corazón. Y entonces aprendimos a decir sí cuando queríamos decir no, a decir no cuando debimos decir sí y, lo que es peor, enseñamos a nuestros hijos a ocultar sus pensamientos, a mentir, a callarse, a aceptar injusticias... Todo –pensábamos– por seguir defendiendo nuestra soberanía ante un enemigo que siempre buscaba cualquier signo de debilidad, de división, para derrocarnos. Mientras, el odio, la intransigencia y la intolerancia fue ganando terreno entre nosotros y vino la división que tanto nos asustaba, pero no por culpa de un enemigo externo, sino porque cualquier criterio, opinión, palabra, imagen, poesía, canción, pintura, caricatura, broma, chiste... considerada "ideológicamente incorrecta", viniera de quién viniera, estaba destinada a tratar de acabar con la Revolución y estaba alentada, pagada o subvencionada por el enemigo. Y comprendimos que ya no era "con todos y para el bien de todos", sino "la calle es de los revolucionarios, el país es de los revolucionarios", "dentro de la Revolución, ¡todo!; fuera de la Revolución, ¡nada!" Primero se marcharon los "débiles", los "lumpens", los que no querían luchar junto al pueblo por un futuro mejor (¡Pin pon, fuera, abajo la gusanera!), donde estaban nuestros padres, nuestros tíos, nuestros vecinos, nuestros primos, nuestros amigos... Y siguieron marchándose los "apátridas", la "escoria", que no eran más que nuestros hermanos, nuestros colegas de estudio y trabajo... (¡Qué se vayan, qué se vayan!). Y empezaron a emigrar nuestros hijos, dejando detrás a sus padres, a sus abuelos, sus sueños, sus esperanzas... (¡Traidores, traidores!). Y nos acostumbramos a querer a nuestros familiares y amigos en secreto, sin marcarnos demasiado. Y nos acostumbramos a extrañar a nuestros hijos, pero con alivio; nos acostumbramos a vivir con el dolor alojado en el lado izquierdo de nuestro pecho, pensando día y noche cómo estaban, si sentían frío o hambre, qué miedos los visitaban, qué pesadillas los despertaban... ¡y nosotros tan lejos, sin poder susurrarles al oído: "Calma, todo se arreglará"! Y le seguimos pidiendo a nuestros hijos, no importa dónde estuvieran, que mejor se quedaran callados, porque nos aterraba pensar que los etiquetaran de conflictivos, que los acusaran de tener problemas ideológicos o que los "regularan" y no pudiéramos volver a verlos. Es difícil, para las generaciones más jóvenes, entender a esta generación que yo represento. Para algunos, soy simplemente un producto de mis decisiones incorrectas y me merezco todo lo que siento hoy. No los culpo, imagino las penas que pueden cargar, y ellos también son víctimas de la intolerancia que aprendieron por años. Para otros, soy una traidora y sólo merezco desprecio y odio. Tampoco a estos los juzgo. Y no, no me arrepiento de haber entregado toda mi juventud y mis fuerzas al servicio de mi Patria, porque lo hice desde el Amor y al lado de gente maravillosa. De todas formas, un arrepentimiento, a estas alturas, sería tan inútil como ingenuo. Me reconforta —eso sí– recordar, con inmenso cariño, a los amigos que, durante esas largas jornadas de trabajo y sacrificio, conocí y disfruté. ¿Cómo voy a olvidar lo que representaba una malta tibia luego de un día de sol y cansancio? ¿Cómo no recordar que las molestias y los dolores, luego de un día agotador, se olvidaban con las canciones y las risas; que las noches de insomnio, por el frío o el ruido de los ratones, se aliviaban por las bromas y los chistes; que mientras no tenía el remedio siempre pronto de mi madre, ante una fiebre o una tristeza, contaba con las manos o los hombros de los amigos? Y no, no me siento traidora. No soy yo quien ha traicionado nada. No me siento como Judas Iscariote, si acaso sí como Judas Tomás Dídimo. Yo no tengo ni fe ciega, ni confianza absoluta. Yo tengo que ver para creer. Y ya he visto demasiado.

martes, 18 de febrero de 2020

Cuba hoy: “Hijos bobos” y mantenidos de la economía cubana

Toda una estructura de control parasitando la economía de manera letal. Restando mano de obra significativa a la industria y la agricultura

                 Díaz-Canel en la I conferencia nacional del sindicato de la Cultura. 2018 (granma.cu)

re> MIAMI, Estados Unidos. – “¿Cómo está la cosa por allá?”, es quizás la primera pregunta que te hagan cuando saben que recién has llegado de Cuba.

En Miami —a diferencia de las otras ciudades del mundo por donde se ha dispersado el exilio cubano—, la gente, que está más al tanto de la “cosa”, se interesa por detalles más específicos de una realidad a la que ya muy pocos auguran un final feliz.

En cualquiera de las preguntas, de más lejos o más cerca, se respira un tono semejante a cuando preguntamos por la evolución de un moribundo. Sabemos que la respuesta será desalentadora pero aun así preguntamos, como un modo de ser corteses.

“Cuba está cada día peor” pudiera estar entre las respuestas más frecuentes entre aquellos residentes en la isla para quienes sesenta años de dictadura de “partido único” ha representado más de medio siglo de estancamientos y retrocesos en muchos aspectos de la vida.

Sobre los “cambios” y “pasos de avance” de los que habla la prensa oficialista —y aquella otra que no gusta de entrar en graves confrontaciones con el régimen—, se sabe que jamás han logrado ni lograrán saltar de la letra muerta a la concretización de los “sueños”.  No tanto por la incapacidad y corruptibilidad demostradas por buena parte de los “dirigentes” cubanos sino porque mantenerse en el poder por la fuerza implica un volumen de gastos gigantesco y nunca el país les parecerá suficientemente seguro.

Jamás lo será y mucho menos ahora que el internet  —ese mal necesario para los comunistas, como lo fueron las inversiones extranjeras posterior al “soviet-exit” de finales de los años 80— se ha revelado como un campo de batalla donde llevan las de perder (están obligados a demostrar y defender lo que es “indemostrable” e indefendible) y deberán invertir grandes sumas en tecnología de punta y su constante actualización, desarrollo de software cada vez más complejos, y en actividades de “cibercombatividad” que nada sustancial aportan a una economía en fase de putrefacción.
 
Toda una estructura de control policial e ideológico parasitando la economía de manera letal.

Restando mano de obra significativa a la industria y la agricultura en beneficio de la ideologización.

De mantenerse tal patrón, es fácil deducir que nunca habrá dinero suficiente como para destinarlo al bienestar de las personas.

No solo porque la “gente normal” cuando se acomoda un poco se siente “libre” de pensar en cuáles serán sus próximas acciones para mejorar un poco más en lo personal o familiar —y esta relativa libertad conduce muchas veces a desentenderse de ese “pasto ideológico” del cual se alimentan las dictaduras de izquierda, tan temerosas del “individualismo”—, sino porque el Estado deberá sostener financieramente a toda una colmena de zánganos.

Esta colmena o jauría estaría conformada por un cuerpo policial cada vez más numeroso, armado y entrenado para reprimir; por oficiales de inteligencia “producidos en serie” y dedicados a asuntos que en otros países ni siquiera son monitoreados (al menos no con la intensidad que lo hacen en Cuba y demás regímenes totalitarios), como sería el caso de vigilar, detener e intimidar a artistas, escritores, periodistas o activistas pacíficos; pero, además, integrada por cientos de miles de “cuadros de dirección” cuya prioridad es exclusivamente la práctica ideologizadora (que a la vez le brinda amparo a la corrupción) y no el generar estrategias que garanticen el bienestar ciudadano, mucho menos un verdadero crecimiento económico basado en la inserción realista en el contexto mundial.

Ese cuerpo de “mantenidos” e “hijos bobos” de la economía cubana también está conformado por un buen enjambre de “ciberclarias”, personas cuyo trabajo, remunerado por el Estado, consiste en mantenerse activos en las redes sociales de internet, atacando las opiniones contrarias al régimen comunista.

No se tienen datos reales de a cuánto pudiera ascender el gasto, tanto en insumos como en salarios, que implican en general esas actividades de apoyar y sostener “artificialmente” al régimen mediante el control absoluto, estricto, de cada uno de los ciudadanos.

Tampoco sabemos bien cómo hacen buena parte de ese “trabajo” o si incluso “piezas claves” de tal “escudo protector” estaría integrado por otras “piezas claves” en cualquier economía, como sería la única empresa de telecomunicaciones que existe en la isla, ETECSA, dueña absoluta de casi todos los datos generados por nuestra actividad comunicacional y, por tanto, reacia a compartir ese “renglón estratégico” con otras compañías que quisieran invertir en Cuba.

Una competencia que obligaría a bajar los precios actuales de los servicios, abusivos de acuerdo con la media salarial cubana, pero que tiene en esa misma “ventaja” el peor “enemigo ideológico” para el Partido Comunista y, por ende, este hará todo lo posible por continuar usando los altos precios como forma de controlar el acceso a internet, aún cuando enmascara con cifras, a todas luces infladas, el verdadero nivel de acceso a internet de la población cubana, así como el grado de penetración de las nuevas tecnologías en la vida diaria de las personas.

Por ahora no es posible medir con la fidelidad necesaria cuántas de esas computadoras, servidores, teléfonos móviles e infraestructura de comunicaciones que el gobierno declara por millones a los organismos internacionales son usadas tanto para su actividad sistemática de control de los ciudadanos como para “combatir” abiertamente al enemigo “virtual” y real.

No es difícil intuir por el número de cuentas en redes sociales que en los últimos tiempos se han abierto “dirigentes” y “directivos” del oficialismo, que existe una política de ocupar en masa las redes, vigilarlas, ante la frustración de no poder proscribirlas, una medida extrema y casi imposible pero que, de poder hacerlo, dispararía el descontento popular a niveles críticos.

La caldera nacional ya va sobrepasando los límites con el desabastecimiento, los apagones, la falta de agua, el empeoramiento del transporte, el deterioro del fondo habitacional y la sanidad, la profunda desproporción entre el aumento de inversiones hoteleras y el incremento de las penurias de los ciudadanos, las revelaciones constantes sobre el verdadero nivel de vida de los dirigentes y sus familiares, el aumento del ejército de decepcionados dentro de las filas de Partido Comunista, el ocultamiento y la manipulación de información en casos como el del desastre del avión de Global Air, y la indiferencia y frialdad de los gobernantes ante un pueblo enlutado por la muerte de tres niñas, entre muchísimas otras “realidades” que reafirman a Cuba como uno de los países más incómodos o poco atractivos para la gente que lo vive a diario.

Lo que antes de la llegada de internet se hacía demasiado fácil, pues dependía de un sistema de información y espionaje del ciudadano prácticamente independiente de las tecnologías, hoy se complejiza y demanda dinero en cantidades que suponen un lujo para un país como Cuba, sin demasiadas fuentes de ingreso de capital fresco.

Eso no solo representa un peligro para la economía, que se verá desangrada constantemente por una élite que no quiere soltar el poder, sino que vuelve demasiado vulnerable el país —para hoy y para el futuro—, al enrolarlo en un mecanismo de endeudamiento progresivo con entidades financieras extranjeras pero, además, probablemente abrirá las puertas para que otras naciones usen a Cuba, por su cercanía a los Estados Unidos, como base de operaciones o de ensayos que pudieran desatar conflictos diplomáticos de consecuencias incalculables, esto a cambio de proveer al régimen de la tecnología, el asesoramiento y el dinero que necesita para blindarse como poder político único.

Esto último es en extremo peligroso y no sería absurdo suponer que esté entre las opciones “sobre la mesa” cuando la soga les comience a apretar en el cuello, aunque  la decisión suponga esa “pérdida de la soberanía nacional” que tanto dicen “temer”.

Sucedió con la Unión Soviética y pudiera volver a suceder con aquel que les garantice una vuelta a las condiciones de “protectorado”.

En aquellos tiempos de rublos soviéticos, que fueron miles de millones en poco más de 30 años, ni siquiera la mitad se tradujo en verdadero bienestar. El control de los ciudadanos llegó a lo enfermizo e incluso se abolieron totalmente las libertades de pensar, oponerse políticamente y hasta de viajar al exterior, tres elementos en una lista interminable de vejaciones y excesos que hubiera continuado incrementándose de no ser por el desmoronamiento del comunismo en Europa del Este.

Tengamos en cuenta que no fue hasta el 2013 que se nos permitió a los cubanos salir del país libremente —aún cuando continúan las regulaciones a activistas y periodistas independientes— y que el internet llegó, sí, pero solo para quienes pueden pagar un dólar por una hora de conexión, en un contexto salarial de los peores del mundo.

En tal sentido, la respuesta a la pregunta casi retórica sobre “cómo está Cuba” continuará siendo por algún tiempo esa de “cada día peor”, aunque creamos que a estas alturas del partido es ya imposible que se pueda empeorar más.

Las noticias por tanto se derivan de la lógica más simple: más control policial e ideológico, más tecnología para hacerlo de manera extensiva e intensiva, supondrán grandes sumas de dinero en un país donde escasea y, por tanto, continuaremos siendo una economía en crisis por algún tiempo más.

Tomado de: https://www.cubanet.org/destacados/hijos-bobos-y-mantenidos-de-la-economia-cubana-cuba/

lunes, 30 de abril de 2012